Asimismo, el local no disponía de ninguna medida para garantizar la seguridad de los asistentes ni de los vecinos, no había prácticamente iluminación, ningún elemento contra incendios, no tenía seguro y existía riesgo de que, en caso de siniestro, hubiese dificultad en evacuar al público asistente. Los agentes hicieron una primera valoración de la situación y concluyeron que la intervención policial no era aconsejable, en un primer momento, tanto por la seguridad de los asistentes como de los propios policías.
Los agentes levantaron una acta de inspección del local, en la que constaba los aspectos descritos, y pidieron a los responsables el cese inmediato de la actividad, para tramitar el expediente sancionador, que puede acabar con una multa de entre 15.000 y 150.000 euros. Pese a ello, la rave continuó hasta bien entrada la madrugada, momento en el que los responsables de la Guardia Urbana vieron que era el momento en que la intensidad de la celebración se había reducido y el público había disminuido.Entonces, los agentes intervinieron llevando a cabo la inspección del local y el decomiso de los equipos, no sin dificultades por la escasa colaboración de los organizadores, que incluso cerraron con cadena uno de los accesos. Según la Urbana, los organizadores de esta rave eran reincidentes en la organización de este tipo de fiestas, y en julio ya habían organizado otra similar.
El distrito de Sant Martí ha manifestado que la colaboración y comprensión de los vecinos ha sido un "elemento clave" para resolver este tipo de celebraciones que, además de los problemas de molestias y de convivencia ciudadana, sobre todo afectan a la seguridad del barrio.
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