Habría que saber de verdad qué ha movido a Alemania a declararle la guerra al pepino español antes de empezar a pedir responsabilidades por el perjuicio que las autoridades de Berlín han causado al machacado campo español con la injustificada alarma sobre nuestras hortalizas. Porque Angela Merkel miente al decir que fue necesario precipitarse al dar la alerta para evitar males mayores. Los alemanes no se equivocan en estas cosas, son metódicos, exactos y responsables, como demuestran los números de su economía.
Cuestión diferente es que existan otros intereses que llevan a Alemania a preferir los productos de un tercero, extremo muy poco probable, o que este país, con toda la razón del mundo, esté hasta las narices de pagar nuestra incompetencia, la de esos periféricos que seguimos viviendo como si todo el año fuera feria.
Es posible que el Gobierno federal haya querido advertirnos, y tal vez lo necesitamos, que sólo ha de apretar la mano que tiene puesta en nuestro gaznate para que dejemos de respirar, pero no es menos cierto que hay otras formas de castigarnos sin necesidad de provocar pérdidas multimillonarias y muchísima angustia en un sector agrario que sobrevive como puede. Sobre todo desde que los alimentos se han convertido en objeto de los especuladores que, a lo mejor, tienen más que explicar sobre el asunto del pepino que los alemanes.
Hablando de la repercusión que está teniendo en nuestra provincia comentar que la crisis del pepino ha provocado unas pérdidas en Málaga de 1,7 millones de euros. En total unas 80 familias agricultoras de la provincia se han visto afectadas.
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