BOLETÍN INFORMATIVO DISIDENTE NACIONAL REVOLUCIONARIO

viernes, 1 de junio de 2012

LA IGLESIA Y EL IBI



Democracia liberal, demagogia y el valor de lo espiritual
Desde hace escasas fechas, y ante la espiral de recortes de derechos y prestaciones sociales acaecidas en los últimos tiempos, estamos empezando a asistir al debate sobre la cuestión de si la iglesia debe pagar impuestos, si ésta debe someterse al mismo trato que cualquier otra entidad u organismo que tiene unos ingresos, aunque desde la derecha liberal se arguya que llevan a cabo una labor con fines sociales, se menciona a Cáritas, por ejemplo, que dicho sea de paso, no es más que una de esas ong´s al servicio del multiculturalismo, y que según el testimonio de algún que otro conocido, ha negado ayuda a compatriotas que se encontraban pasando apuros económicos. El motivo del presente artículo no es valorar directamente ese aspecto más material y mundano de la cuestión, sino más bien el aspecto más espiritual de la cuestión, y más siendo un aspecto que en nuestro país siempre suscita encendidos debates. No en vano, no podemos negar que pese al avance de las tendencias agnósticas y el escepticismo, especialmente entre las generaciones más jóvenes, también existe un poso de tradiciones, costumbres y creencias que han condicionado, hasta el presente, la visión de muchos aspectos característicos de la idiosincrasia del pueblo español.
Bien es sabido que la iglesia como institución cuenta con una posición ventajosa frente a otras confesiones religiosas, y que podría estar legitimada por el hecho de ser la mayoritaria dentro del conjunto de la población. Personalmente no me considero creyente, tengo un concepto de lo espiritual muy diferente a las formas devocionales y populares en las que muchas veces derivan determinadas celebraciones y actos litúrgicos vinculados al cristianismo en cualquiera de sus formas. Considero que la espiritual debe conllevar un crecimiento interior del individuo, un aprendizaje en el antiguo sentido que las más antiguas doctrinas esotéricas otorgaban a antiquísimas formas del saber y la trascendencia considerada desde lo universal, y no cayendo en el particularismo tan característico de las grandes religiones monoteístas, surgidas, por otro lado de unos contextos espacio-temporales que, en mi opinión, son totalmente ajenos a las tradiciones europeas más antiguas y que forman parte de nuestra verdadera esencia espiritual, e incluso de la totalidad de nuestra cosmovisión. De todos modos, y viendo el derrumbe de valores y la degradación, cuando no la ridiculización, de las creencias religiosas, en su sentido más amplio, me parece saludable que al menos haya gente que encuentre en sus particulares creencias religiosas un antídoto contra la decadencia y materialización de este mundo moderno en que vivimos.
Al margen de mi postura personal frente a la cuestión religiosa, llama la atención que el tema religioso sea objeto de constante demagogia; por un lado el PSOE reclama que la iglesia se suscriba al pago de sus cargas impositivas, cuestión que objetivamente es razonable, pero sin embargo no tienen ese mismo empeño en garantizar esas “políticas sociales” de las que tanto hablaban la última vez que ocuparon las poltronas del gobierno central. Jamás nadie ha visto, salvo alguna que otra falsa declaración electoralista en sus mítines, que la izquierda liberal pusiese coto a los excesos de la alta finanza y la extensión de la injusticia social con congelaciones salariales, o incluso llegando a insinuar la posibilidad de negar los servicios básicos a aquellos que ya no cobrasen la prestación por desempleo. No en vano, la supuesta crisis financiera llegó cuando ellos gobernaban, y fueron ellos quienes comenzaron a plantear los recortes, el “copago” sanitario (más bien repago) y alimentaron con recursos públicos a la banca expoliadora. Sin embargo, atacar a la iglesia siempre alimenta a los nostálgicos y adeptos más acérrimos de la izquierda liberal, aunque siempre sean posturas estériles que realmente no conducen, ni pretenden hacerlo, a terminar con los abusos y desmanes de la dictadura demoliberal.
Por otro lado, la facción actualmente gobernante, el partido popular, y en teoría acérrimos defensores de los privilegios de la iglesia considera, teóricamente, que atacar cualquiera de esas prebendas sería un sacrilegio, un ultraje, en una opinión que la mayoría de sus acólitos comparten. Sin embargo, y ante la crisis financiera actual, con la presión de las imposiciones económicas dictadas por la alta finanza y organismos transnacionales como la Unión (Anti)Europea, parece ser que incluso la derecha liberal renuncia a la defensa de los privilegios fiscales que amparaban a la iglesia católica, de ahí la reforma fiscal que probablemente emprendan en breve para finiquitar susodichos privilegios, aunque antes es probable que el pueblo sea víctima de más recortes y subidas de impuestos. No es que me sorprenda el hecho, máxime cuando estos ejercicios de hipocresía, o el vacío absoluto de las propuestas de los partidos del sistema, sujetas a contingencias del momento, son una constante.
El debate que pretendo plantear no es tanto que la iglesia debiera pagar impuestos o no, que yo creo que sí, sino la ausencia de valores y principios de una derecha liberal, como también de la izquierda liberal, ambos entregados por igual al ejercicio de la demagogia más absoluta, constantemente alineados ante los conflictos en función de los intereses como facción, mientras que todo aquello que traspasa esa dimensión partidocrática es absolutamente extraña a sus intereses, a menos que se trate de las decisiones que, desde altas instancias financieras, se dictan y que sus fieles siervos demoliberales imponen al pueblo sin contemplación alguna.
En definitiva la crisis puede hacer tambalearse toda clase de pretendidos valores y principios que esas facciones liberales pudieran tener, y por supuesto los religiosos, a los cuales nos referíamos, pero sin embargo los valores de tipo economicista o material, que conciben a la persona como una fuente de ganancia, a la que se puede esquilmar permanentemente a base de impuestos o recortes, permanecen incólumes, e incluso se ven reforzados.
Como bien decía no estoy adscrito a credo religioso alguno, pero sin embargo creo en la fuerza de las ideas, en los valores y los principios como fuente de inquebrantable voluntad, en la importancia de lo espiritual como soporte verdadero de lo material, y todo ello frente a la desvalorización de quienes, despreciando lo espiritual, se entregan al “todo vale” o a la ambigüedad y el oportunismo del materialismo más deshumanizado, el mismo que representa ese capitalismo financiero con sus castas de plutócratas que imponen hoy, desde el autoritarismo más liberticida, una auténtica dictadura al conjunto de la comunidad nacional.

Ángel Fernández 

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