BOLETÍN INFORMATIVO DISIDENTE NACIONAL REVOLUCIONARIO

martes, 31 de enero de 2012

HISTORIA E INTRAHISTORIA DEL CASO SPANAIR



Cuando uno pone la caja tonta y se prepara para recibir el chute diario de malas noticias, nuestra maravillosa máquina de pensar está trabajando a medio gas. El cerebro, ya narcotizado por huracanes, hambrunas, crisis, políticos ladrones, asesinatos o injusticias, recibe los dramáticos titulares del mismo modo que soporta los golpes un púgil en declive: con resignación y apatía.
Así, el caso Spanair insertará en nuestra memoria algunos datos más o menos importantes, como los 23000 viajeros que la empresa ha dejado literalmente “tirados” o los 300 millones de euros que debe una compañía que, además de trabajar en las nubes, también hacía castillitos en el aire -con subvenciones públicas, cómo no-.
Los días de “resaca” tras la quiebra estarán poblados de declaraciones de jefes de la patronal, de asociaciones de usuarios, de pilotos indignados o de reputados analistas económicos que harán su agosto en este frío invierno. Entre toda esa paja, a nuestro adormecido seso le costará todavía más sacar algo en limpio, ya que posiblemente la palabra Spanair le induzca al modo “stand-by” para evitar un empacho informativo.
De ese modo nos perderemos algunos comentarios realmente útiles para comprender la dimensión humana del suceso. Lo que realmente importa, vaya. La intrahistoria que decía Unamuno. Las pequeñas aventuras y desventuras de los que no salen en los titulares, de la gente de a pie, de los curritos. Gente como tú y como yo que no será recordada cuando alguien mente aquel funesto 27 de enero. Y las cifras serán las que pueblen las crónicas de ese día, como parte de una historia que se escribe más con números que con personas.
Aunque quizás sea demasiado tarde, hagamos una reflexión. Me da igual que sea una pataleta, un grito en el desierto cibernético o, como es mi caso, una terapia para desahogarme en este lunes cabrón. Detrás de esos “taitantos mil” pasajeros que se quedarán en tierra, hay dramas chiquititos, o enormes, depende de cómo lo miremos. Hijos que no podrán despedirse de sus padres, ya que el último viaje no puede cambiarse de fecha. Lágrimas de impotencia de aquellos que llevaban ahorrando meses -años tal vez- y no pueden pagar una “tarifa de rescate” -manda huevos con el nombrecito- para volar con otra compañía. Padres -o madres- de familia encogiéndose de hombros, con la cabeza gacha, con la moral por los suelos al enterarse de que su empresa, la de los mil ERES, la de los beneficios millonarios, la de las subvenciones públicas, les deja definitivamente en la calle. Seguro que en estos momentos, la promesa de la compañía aérea, que promete pagar “parte de la nómina de enero”, les suena a guasa.
¿Y qué me dicen de los miles de canarios que tendrán todavía más difícil viajar a la península? 600.000 almas cruzaron el mar con Spanair el año pasado… algo muy similar a lo que ocurre en las islas baleares, que verán mermada su conexión con la España peninsular.
En esta situación, hablar de pérdidas en el sector del turismo también es inevitable, y no sólo hablamos de grandes tour-operadores que verán descender sus beneficios. El turismo más débil, el que potenció con grandes sacrificios una clase media emprendedora, ese turismo que nos toca de cerca, el turismo rural, también se verá afectado por un cierre nocturno y alevoso….
¡Paren las rotativas!
Ahora, precisamente ahora que me quedaba sin palabras para rematar el artículo, me llama una cliente que gracias a la jugarreta de Spanair ha perdido una reserva de 8 personas en su casita de Lanzarote. Me explica que la cuesta de enero se extenderá a febrero por ese “detalle”. Nadie irá a entrevistarla y posiblemente sus declaraciones no tengan eco en los Mass media. Sirva este artículo como homenaje a ella y a todos los ciudadanos honrados y anónimos, personas que pagan con llantos y penurias los efectos de una crisis que sólo nos explican por medio de titulares grandilocuentes y números con muchos ceros.

Francisco Calderón

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