El juez británico Niclas Parry ordenó el encarcelamiento durante diez meses del ciudadano británico John Parkin, de 26 años y natural de Rhyl (Gales), por sostener en un bar que “los musulmanes se están apoderando del país” y advertir de la presencia en las mezquitas de elementos radicales y en muchos casos vinculados al terrorismo yihadista.
El juez lamentó sin embargo que sólo pudiese multar a Parkin con cargos por delitos de orden público agravados por motivos religiosos contra los musulmanes. “Usted tipifica la ignorancia que envenena nuestra sociedad”, le espetó a Parkin. Y agregó a continuación: “Francamente lo encuentro bastante sorprendente, y siempre me lo ha parecido así, que los poderes de los tribunales para sancionar en estos asuntos estén limitados a una penalización económica”.
El juez dijo también que las personas decentes de la sociedad no están de acuerdo con los puntos de vista de Parkin y que dichos miembros de la sociedad observan los tribunales como instituciones para apoyar los ideales e intereses de la mayoría. Si tan seguro estaba el juez de que los puntos de vista del acusado respecto al islam son rechazados por la mayoría de los británicos autóctonos, le faltó entonces aclarar por qué las autoridades de su país se niegan a convocar un referéndum para conocer la opinión de los electores sobre este asunto.
Como es natural, el canalla togado no aclaró qué tipo de objeciones legales merecían los musulmanes residentes en el Reino Unido que aplican sin ambages las leyes islámicas más siniestras, entre ellas los ‘crímenes de honor’, las agresiones contra los consumidores de alcohol, las bodas concertadas con menores o las mutilaciones genitales. Tampoco el castigo que merecerían los imanes que lanzan soflamas incendiarias en territorio inglés y que chocan de bruces con el ordenamiento legal del país.
Ya puestos a criminalizar a los autores de cualquier crítica al islam buscando los argumentos más perogrullescos, el Tribunal de Mold Crown, Chester, llamó como testigo al dueño del bar Ellis, en Water Street, Rhyl, donde Perkin supuestamente hizo las declaraciones. Según su testimonio, Parkin dijo que habría que cerrar y demoler una mezquita que se halla cerca del establecimiento, lo que el paniaguado tabernero consideró “racista y ofensivo”.
También se utilizó en contra de Perkin que dijera en el bar que ”los musulmanes se están apoderando del país” y que “tendrían que volver a sus países”.
El tribunal tampoco tuvo en cuenta el hecho de que el acusado sirviera a su país durante cinco años dentro del ejército británico, donde obtuvo varias distinciones por su labor en Bosnia e Irlanda del Norte. Andrew Green, abogado defensor, defendió que no podía considerarse delito la defensa de un determinado punto de vista en una sociedad a la que se permite cuestionar hasta la existencia de Dios.
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