BOLETÍN INFORMATIVO DISIDENTE NACIONAL REVOLUCIONARIO

jueves, 24 de mayo de 2012

LA INVASIÓN Y LA SUBVERSIÓN COMO EJEMPLO, LA COLONIZACIÓN COMO INSTRUMENTO, LA DESAPARICIÓN COMO DESTINO



B.D.- Hace un tiempo, ojeando la prensa, me topé con el siguiente titular (o uno parecido): “Artur Mas pone como ejemplo una escuela religiosa de xxx (una ciudad catalana) con el 55% de inmigrantes”. A lo mejor no era el President de la Generalitat, sino un Conseller cualquiera o algún otro alto funcionario del Gobierno autonómico. Para el caso es lo mismo.
No hay nada más parecido a un imbécil que otro imbécil. Y los imbéciles se reconocen por el hecho de que dicen y hacen imbecilidades permanentemente. Y estos no conocen descanso). El texto acompañante especificaba que la mayoría de los alumnos extranjeros eran magrebíes.
En primer lugar, que una escuela de Cataluña tenga tan alto porcentaje de inmigrantes entre su alumnado es un dato que por sí solo habla claramente de la anormalidad en que está sumida la sociedad en la que se da esta sorprendente circunstancia. De proseguir esta tendencia, en unos pocos años esa misma escuela tendrá, con toda seguridad, una absoluta mayoría de alumnos extranjeros, y los autóctonos serán una minoría testimonial y arrinconada. Esta previsión no es ninguna exageración si tenemos en cuenta que hemos llegado a la situación presente, no tras un proceso extendido sobre varias décadas, sino en unos pocos años (un par de lustros, a grosso modo).
Esa perspectiva, que se puede expresar en términos sencillos con la fórmula “cada día más extranjeros y cada día menos nacionales”, debemos trasladarla con pocas diferencias al conjunto de la sociedad (tanto la catalana como la española). El país entero está sumido en esa tendencia. La atenta observación de este fenómeno nos anticipa una visión poco dudosa del futuro que nos espera: un pueblo europeo civilizado submergido progresivamente por una riada masiva proveniente de los cuatro puntos cardinales del planeta, principalmente de las sociedades fracasadas del Tercer Mundo. Estamos inmersos en un proceso de sustitución de una población nativa por otra foránea de múltiples componentes, la mayoría de ellos de difícil, cuando no imposible integración a la sociedad de destino. No debemos caer en la tentación de querer consolarnos o entregarnos a vanas esperanzas pensando que los extranjeros de hoy serán nuestros compatriotas de mañana, y que su general desafecto presente, o incluso su cada vez menos disimulada hostilidad hacia los autóctonos, se trocará en una improbable solidaridad futura. Esto sucederá, por regla general, con grupos afines, como los argentinos o los polacos, por ejemplo, pero no ocurrirá otro tanto con el resto, es decir la mayoría. Sólo tenemos que asomarnos a las realidades de nuestros vecinos europeos, más experimentados en la matería, por llevar lidiando con estas cuestiones desde hace más tiempo que nosotros (y sin éxito), para ver que la mirífica integración de unas poblaciones de culturas no occidental y de razas no blanca es un mito, un deseo piadoso desmentido por la realidad, una quimera imposible de llevar al terreno de la concreciones reales.
En segundo lugar, cabe preguntarse en qué mente obtusa (por no decir desequilibrio mental o perversión intelectual) nace la idea de admitir alumnos musulmanes en un colegio católico. Los centros educativos de orientación religiosa están precisamente concebidos para ofrecer una formación diferenciada del modelo aconfesional (o laico) imperante en la escuela pública, de acuerdo a ciertos preceptos morales propios de la religión en cuestión. ¿Cómo encajan en un centro católico un alumnado no católico? Podemos, de paso, trasladar esa pregunta al marco nacional: “¿Cómo encajan en una sociedad occidental unas poblaciones no occidentales sin ninguna vocación de integración y menos de asimilación? Cuando las lumbreras que nos gobiernan autoricen la creación de escuelas coránicas (madrasas), ¿se obligará a estas a admitir alumnos cristianos o hinduístas?
En tercer lugar, el Presidente de la Generalitat se felicita de lo que a todas luces es una anomalía cargada de malos presagios, en una clara manifestación de una seria limitación intelectual que le impide percibir el verdadero alcance de esta supuestamente idílica situación y comprender los riesgos que esta conlleva. Esa ceguera es el sintoma del agotamiento integral de una clase dirigente divorciada de la realidad e incapaz de entender el proceso de colonización que sufre el país y que acabará con todo vestigio de sociedad coherente y viable, y en definitiva con la vida civilizada en Cataluña (y en el resto de España) en un par de generaciones (si no es en un par de décadas).
Si la máxima autoridad institucional de Cataluña considera la escuela visitada un ejemplo a seguir, un modelo a imitar, una meta a alcanzar, vayamos al final de ese razonamiento, y entonces llegaremos a la conclusión lógica e inevitable que aquellas escuelas que no acreditan un elevado porcentaje de inmigrantes entre sus filas no cumplen el ideal propuesto y tienen un déficit de calidad, ya que la calidad de un centro de enseñanza no se ha de medir, al parecer, según los parámetros clásicos: el nivel de sus programas de estudios, la eficiencia del profesorado o los promedios de los estudiantes, sino por el porcentaje de extranjeros en el establecimiento. En esa óptica, cuantos menos inmigrantes tenga un centro escolar más lejos estará del ideal de excelencia enunciado en la fórmula “cuantos más inmigrantes mejor”.
Podemos preguntarnos, por cierto, dónde se sitúa el umbral, pasado el cual se entra en la categoría de escuela “ejemplar” Si esa cualidad está dada en función de la proporción del alumnado inmigrante sobre el total, entonces podemos asegurar que hay muchas escuelas que son otros tantos ejemplos y mejores que esta de la noticia, pues encontramos ya porcentajes del orden de los 60%, 70%, 80% y hasta más en muchos establecimientos escolares a lo largo de toda España.
Cobran sentido, a la luz de esa concepción de lo bueno y lo deseable, las políticas de fronteras abiertas que preconizan la izquierda, los nacionalista y otras hierbas. Si la invasión es un valor positivo, si los llamados inmigrantes nos colman de bendiciones, si la multiculturalidad es la ansiada meta, entonces adquieren una innegable lógica todas aquellas declaraciones e iniciativas como las que han motivado estas líneas.
Sin embargo la realidad habla distinto idioma y dice sin rodeos ni tapujos que no estamos ante ningún “ejemplo”. El fracaso y la deserción escolar son protagonizados mayoritariamente por el alumnado inmigrante. Su gran concentración en ciertas escuelas tiene por efecto, comprobado hasta la saciedad, el hundimiento de la calidad de los centros afectados de esa particularidad. ¿Dónde está el beneficio de tener muchos inmigrantes en las aulas? Fracaso, malas notas, deserción, quiebra de la disciplina, aumento de la conflictividad, hundimiento de la calidad de la educación… La sobreabundancia de alumnos extranjeros desemboca generalmente en una degradación de todo el sistema de enseñanza, ya sea primaria o secundaria (y hasta del mobiliario de los establecimientos).
La realidad no hace mella en los promotores de la inmigración masiva y descontrolada. Esta ha sido decretada buena, posivitiva y necesaria, y ninguna circunstancia contraria a ese enunciado sagrado e intocable puede hacer cambiar su visión. Estamos gobernados por irresponsables e incompetentes, y algunos además son tarados irrecuperables.
A la hora de la decadencia y el hundimiento de sociedades e imperios se ha dado siempre el mismo fenómeno de tolerancia y hasta de preferencia al extranjero sobre el nacional. La xenofilia es el penúltimo capítulo de las sociedades que se hunden. Después viene el caos étnico y el colapso.

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