BOLETÍN INFORMATIVO DISIDENTE NACIONAL REVOLUCIONARIO

sábado, 24 de septiembre de 2011

Y DE NUEVO ESCLAVOS



Grecia anunciaba el pasado miércoles 21 de septiembre que se plegaba al último chantaje del Fondo Monetario Internacional y de la UE e informaba sobre su intención de despedir a más gente del sector público, subirle los impuestos al ciudadano medio y acelerar el proceso privatizador de servicios de interés general y de empresas públicas que son, en realidad, patrimonio de la Nación. Todo a cambio de los restantes 8.000 millones que la UE tiene retenidos como parte del “rescate” griego. La verdad es que para que te rescaten así, mejor es que te den una pistola con una sola bala.
En cualquier caso, no funcionará. Al igual que no van a funcionar las medidas similares que tanto el actual Gobierno español como el próximo adoptará para satisfacer a los especuladores internacionales. De la misma forma que no han funcionado en ninguno de los países occidentales que han aplicado esos draconianos planes de recorte. De hecho, cuanto más se ha privatizado a la gente, más se ha pronunciado la crisis en los países donde se ha utilizado la “manu militari” para satisfacer la voracidad de la banca.
Tampoco ha funcionado la invasión de Irak, ni de Afganistán, ni lo de empleara los antidisturbios como brazo armado para golpear a los “indignados”, ni funcionarán las amenazas israelíes para impedir el nacimiento del Estado palestino.
Si algo nos demuestran los acontecimientos, sean económicos, políticos o sociales, es que la represión violenta no sirve para proporcionar la respuesta deseada cuando se pretende forzar a gente que no tiene nada que perder.
En el caso de los llamados países periféricos de la UE, entre los que está España, se ha exprimido de tal forma a las clases medias que los que aún tienen algo que perder son cada día más insuficientes para atender a la extorsión de las diferentes instituciones económicas, públicas y privadas. Ya no tenemos dinero suficiente y por mucho que el FMI; el BCE o nuestro Gobierno nos amenace con el cataclismo planetario, no podemos poner sobre la mesa lo que no tenemos. Más aún, empieza a surgir entre la ciudadanía una morbosa curiosidad por saber si, en realidad, el fastidiarles los planes a estos chantajistas significará ese fin del mundo. Porque esto recuerda cada vez más a aquellas condenas por sacrilegio que la Iglesia Católica imponía a cualquiera que planteara la posibilidad de que el mundo fuera redondo y que tras el Cabo de Hornos, a lo mejor, no había un abismo.
Por ello, comienza a parecer cada día más razonable cometer la estupidez de dejar al sistema caer. Destruirlo hasta sus cimientos colapsando países, economías, monedas, mercados y bolsas. Y, si es necesario, utilizar el trueque para empezar de nuevo. Hasta volver a alumbrarnos con antorchas o a cazar con arco. Casi cualquier cosa antes que seguir en este camino de esclavitud y opresión que se acentúa cada día más a golpe de unas obligaciones económicas que se han convertido en las auténticas cadenas de un ciudadano que es ya, y de nuevo esclavo. Una civilización no debe vivir sometida a déspotas inmateriales como son “los mercados” y, al menos, tiene derecho a ponerle rostro a sus enemigos para poder combatirlos y, si es posible, destruirlos o morir en el intento.

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