BOLETÍN INFORMATIVO DISIDENTE NACIONAL REVOLUCIONARIO

jueves, 4 de agosto de 2011

HAMBRE E HIPOCRESÍA


 La FAO celebró, el pasado 23 de julio, una reunión urgente para debatir qué hacer ante la tragedia que viven millones de personas en el Cuerno de África. La FAO no ha dicho qué va a hacer aunque se ha comprometido a dar “una respuesta inmediata y adecuada”. No hay prisa. Seguramente no sabían qué es lo que estaba pasando meses atrás ni tenían información sobre los miles de refugiados ni sobre el medio millón de niños que está en “inminente riesgo de muerte”, a pesar de que ¡hace dos años! las organizaciones humanitarias empezaron a denunciar que la situación empeoraba día a día.
El Banco Mundial se ha comprometido ahora a destinar 350 millones -25 de los cuales los aportará España- pero para muchos llegará tarde. Ya habrán muerto. La mayoría de los niños están en la fase 4 de malnutrición, es decir que han pasado por la 1, la 2 y la 3 sin que nadie moviera un dedo y tienen tan sólo un cuarenta por ciento de posibilidades de sobrevivir. Pero hasta ahora no les veíamos. ¡No existían!
La guerrilla islamista Al Shabab niega que exista hambre en la zona, bloquea la escasa ayuda humanitaria que llega e impide que se reparta. Las imágenes que envían los fotógrafos y los reportajes que emiten las televisiones vuelven a ser la más terrible de las denuncias. Pero los ejércitos occidentales siguen en Libia intentando acabar con el dictador, ignorando la tragedia del sur de Somalia. Y la de Etiopía, que ya sufrió un millón de muertos en 1990 por la hambruna. Y la de Kenia. ¿Dejaremos que todos ellos mueran?
Somalia sufre la mayor sequía de los últimos sesenta años, una fuerte subida del precio de los alimentos, la inexistencia de un Estado, una guerra civil enquistada, millón y medio de desplazados. Pero eso no ha sido de repente. Lo sabían las ONGs, los países de alrededor, los organismos internacionales, los gobiernos occidentales: seguramente lo sabíamos todos. ¡Y nadie ha hecho nada!
Ahora han llegado los periodistas y las cámaras de televisión y gracias a ellos no podemos eludir la verdad de una terrible situación. Hasta que se vayan. Durante días o, tal vez, semanas, tendremos las imágenes en las portadas y en los telediarios, crecerán las cuentas bancarias que abrirán las ONGs y todos nos doleremos de esa terrible indignidad. Y luego, ¿qué? Habrá otros asuntos. Se quedarán algunos cooperantes de Médicos sin Fronteras, Acción contra el Hambre o ACNUR y los misioneros que ya estaban y que seguirán estando como en tantos otros lugares. Y no volveremos a hablar de la hambruna en África, de unos países sin futuro, de miles de niños condenados a la muerte. Vergüenza e hipocresía de un mundo capitalista donde un puñado de grandes fortunas, y a pesar de la crisis ficticia que ellos mismos inventaron y de la cual se benefician aún más si cabe, se encuentran instalados en la opulencia extrema frente a decenas de miles de niños que no tienen nada, ni siquiera la esperanza de vivir.

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