BOLETÍN INFORMATIVO DISIDENTE NACIONAL REVOLUCIONARIO

lunes, 28 de marzo de 2011

SOBRE NOSOTROS MISMOS

   Interesante prueba de fe la que plantea la final de la Copa del Rey al coincidir con la salida de muchas de las procesiones del Miércoles Santo en una Andalucía que celebra la Pasión de Cristo como una especie de cóctel folclórico-turístico-religioso con toques de festejo pagano.

   En este país de contradicciones esenciales, incluso a los gobernantes socialistas,ateos o laicos según la ideología de izquierdas de su partido, les fastidia que les fastidien el fútbol o la Semana Santa y, aún más, que les fastidien ambos. Y los habitantes del sur, los españoles más invertebrados ( en su mayoría que no todos ), votan mayoritariamente a esa izquierda no creyente mientras lamentan que dos de los tres grandes acontecimientos del año -el tercero es la feria- coincidan en el tiempo y en el espacio. Y se les saltan las lágrimas cuando ven al Nazareno pasando por aquí o por allá, o al de la Buena Muerte cruzando la calle Larios y a la Macarena en su majestuoso paseo por Sevilla, a pesar de que apoyan, también con vehemencia, a opciones políticas que aprueban un aborto del que abomina el catolicismo, mientras, a la vez, culpan a los representantes electos de la inaceptable metedura de pata que significa la coincidencia del fútbol y la procesión de Semana Santa.

   En ese cóctel de confusión en el que los medios de comunicación y los iconos sociales y políticos han convertido la incoherente forma de pensar de la opinión pública española, esta coincidencia dista mucho de ser fatal y, por el contrario, puede servir a muchos andaluces para decidir quienes quieren ser, porque todo no se puede tener ni ser. ¿ Es la Semana Santa una fiesta estilo San Fermín ? ¿ Son las procesiones un simple reclamo turístico ? ¿ Es el fútbol la verdadera fe de esta España sin rumbo y son sus grandes estrellas los únicos y verdaderos dioses ?

   Hizo mal la Asociación Nacional de Cofradías en pedir al Consejo Superior de Deportes que intercediera para cambiarle el paso al fútbol porque lo de cambiárselo a Dios resulta alga más complejo, cuando es la oportunidad de ora para que los españoles hagamos justo aquello que siempre evitamos: un ejercicio de responsabilidad y decidamos de forma coherente y consecuente según nuestras creencias. Aquel que no sea creyente y sea aficionado al fútbol podrá irse tranquilamente a ver el partido, mientras que los católicos que lo sean de verdad saben donde deberán estar sin lugar a dudas.

   Lo grandioso de esta coincidencia es que nos va a obligar a elegir, a decidir y a asumir las consecuencias de nuestra realidad, sin tapujos, sin engañar a nadie, pues no será una decisión pública y no habrá que vestirse para la ocasión ni aparentar ser quienes no somos. Cada uno decidirá en su foro interno si se queda viendo el fútbol o se va a la procesión y, aunque a muchos les parezca algo irrelevante, la honestidad con que cada uno tome su decisión nos dirá mucho de nosotros mismos a nosotros mismos.

   En una ciudadanía que ha sido educada para no decidir por sí misma ni asumir las consecuencias de esas decisiones, tener que elegir a un solo dios no va a ser tarea fácil.

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