BOLETÍN INFORMATIVO DISIDENTE NACIONAL REVOLUCIONARIO

jueves, 23 de junio de 2011

UN ACTO DE HEROISMO


 La presencia de policías locales durante las entradas y salidas en todos los colegios de Marbella han logrado reducir notablemente el número de incidentes en los centros, un dato que puede calificarse como lamentablemente positivo, pues resulta lamentable que agentes de los Cuerpos de Seguridad tengan que velar en las puertas de los colegios para que los niños puedan ir a estudiar y volver a sus casas sin lamentar tragedias.
El resultado es un gran logro, pero la razón que lo motiva es otra decepcionante muestra de algo que no funciona bien en nuestra sociedad.
Padres y policías saben que una de las principales amenazas que acecha en las puertas de los colegios es la venta de drogas, el menudeo que va dejando en Occidente un reguero de jóvenes convertidos en “cadáveres sociales” en vida, sin futuro alguno y con un coste de supervivencia elevadísimo tanto para sus familias como para la sociedad misma. Esa guerra no la está perdiendo la policía sino los padres, los ineficaces programas de educación destinados a crear generaciones de titulados ignorantes políticamente dóciles y una forma de vida donde se premia lo fácil, lo superficial, el éxito rápido y rotundo del que, sin duda, el narcotráfico es buen exponente. No es por azar que países como México se hayan visto obligados a luchar contra la “narcocultura” y tampoco lo es que el resultado del vacío cultural y de principios nos inunde con productos de consumo. Música, series de televisión o películas, en las que se exaltan formas de vida y hábitos relacionados con el consumo de drogas, incluyendo el alcohol.
Tener que colocar a policías a las puertas de los colegios no es un éxito sino sólo un síntoma del fracaso de esta sociedad, del fracaso del modelo consumista, egoísta y elitista, del modelo capitalista en definitiva. Un fracaso que se traduce en ciudades donde los propios ayuntamientos facilitan que los jóvenes lleguen a la madurez alcoholizados gracias a la instalación de “botellódromos” y de concentr5aciones multitudinarias donde miles de ellos se reúnen para beber y tomar drogas hasta perder el sentido o, con mala suerte, acabar muertos. Espacios -y esto es lo increíble- pagados con fondos municipales y vigilados por los mismos policías que luego han de velar porque esos mismos chavales sobrevivan a la juventud.
Por suerte para los padres de Marbella, aquí no contamos con dicho “equipamiento” pero duele ver en la tele como se prodiga con una estética demasiado cercana, demasiado indulgente, de todas aquellas adicciones que están diezmando el futuro de muchas generaciones.
Hoy por hoy, un joven español ha de sobrevivir, en demasiados casos, a una familia desestructurada, a un vacío educacional por parte de los padres, a crecer solos en muchos casos, a un sistema educativo que abomina de principios éticos, educacionales y sociales. Hoy, un colegial se enfrenta a una cultura de ídolos con pies de barro, a un ensalzamiento del pelotazo en el que la “estrella” es un cantante, o un señor que le pega patadas a un balón o que corre a todo meter con un coche de carreras, cuando luego el mismo Estado te sanciona por la velocidad. Sobrevivir hoy a la juventud no es cuestión de más o menos policías, es un acto de heroísmo.

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